Tiempo de 6 Naciones (recordatorio gran articulo)
Publicado: Vie, 04 Feb 2011, 18:54
Ya sé que lo he puesto un par de veces, pero cada vez que empieza el 6 NC me apetece volver a leerlo (y por si acaso , alguno no lo ha leido todavía)
TENNEYSON EN LA FUXARDA
Cada año por estas fechas, tiempo del Cinco Naciones, me acerco al estadio de rugby de La Fuxarda a ejecutar la ceremonia. Me coloco sobre la línea de marca más alejada, con mi vieja camiseta con el numero 14 en una mano y una antología de Tenneyson en la otra; miro hacia lo alto, hacia el extremo de los palos de meta, y leo los versos de La carga de la brigada ligera: " Media legua, media legua, media legua adelante ¡. En el Valle de la Muerte, cabalgan los seiscientos (....). O, the wild charge they made". Luego cojo un poco de tierra y hierba y aspiro el olor de la gloria. Procuro que no me vea nadie.
El rugby, gran deporte. Barry John, Lescarboura, la Santboiana, yo mismo. Siempre que me preguntan por qué fui jugador de rugby contesto que por miedo. Tenía miedo de ser un cobarde. Era como Harry Feversham en Las Cuatro Plumas, necesitaba probar que pasta estaba hecho. Me apunté a la sección de rugby del club Natación Barcelona porque me pillaba más cerca de Jartum.
Los compañeros eran gente estupenda. Muy grandes y fuertes, poseían músculos donde yo ignoraba que existiesen. Nos entrenábamos en el viejo estadio de Montjuich y allí dábamos vueltas al trote. Componíamos una horda abigarrada envuelta en efluvios de sudor de la que brotaba una melopeya de jadeos, toses y escupitajos, punteada por sonoras ventosidades. Todo era viril y rudo, con bromas cariñosas estilo " anoche me folle a tu hermana ". Me hacía pensar en Homero y Carlyle.
Me dieron el puesto de tres cuartos ala porque corría mucho. La verdad es que yo corría para huir y es cierto que resultaba difícil pescarme. Cogía el balón, ponía la mente en blanco y me iba directo al infinito. Resultó que esa era, exactamente, la misión del tres cuartos ala. Sobre todo si se corría en la dirección adecuada.
Empecé a jugar partidos. Un partido de rugby no se parece a nada. A nada deportivo. Es como una guerra tribal En el vestuario no hay efusiones alegres. Se reparten las camisetas a los que van a jugar como si se distribuyesen armas ante un ataque mohawk. Flota en el aire un aroma a linimento Sloane y Reflex. No hay otro perfume más embriagador - aun hoy, a veces, me unto yo en casa para recordar- Al salir al campo, las botas de tacos altos metálicas resuenan como grebas de bronce de una tropa de hoplitas. Miras al rival evaluando sus fuerzas y procurando amedrentar con tu aspecto, ¡uh¡. Los del BUC ejecutaban un remedo de danza guerrera de los All Blacks. El instante antes de que empiece el partido es inenarrable. Ahí delante hay 15 tipos que van a por ti sin misericordia. Y están cachas.
Viví muchas experiencias impagables en los campos de rugby ( y en los bares del Tercer Tiempo). En Montjuich estuve a punto de morir ahogado: llovía a mares; cometí el error de involucrarme en la melé, caí y se desplomaron sobre mí. Con la cara hundida en el barro pasé un minuto interminable hasta que me sacaron de la pila de cuerpos, boqueando. Me dijeron que no parecía humano. En un partido de exhibición - de ellos- contra un equipo de los Pumas argentinos un pillier de 2 metros y 100 Kg se escapó. Solo yo me interponía entre él y el ensayo. El suelo parecía temblar. Eran mis piernas. Oí a Conrad: " El hombre nació cobarde. Es una dificultad ". Pensé en apartarme. Siempre quedará Pausan. Pero no me aparté, no señor. El choque fue terrible. El Puma me partió una muela con la rodilla, pero cayó como un telamón con estrépito sobre el áspero polvo.
Y iba de heroicidad en heroicidad, de castaña en castaña. Y llega el Día. Fue en la Fuxarda, el Twickenham local. Contra el Cornellá. Yo había hecho un par de placajes. Vi que el Gatito, nuestro medio melé se escapaba y me fui detrás de él. En el momento en que le placaban grité y con un hermoso giro mientras caía me pasó el balón. Lo atrapé alargando las manos y lo apreté contra mi regazo notando el tacto del cuero, las costuras, el aroma. Corrí como nunca he corrido, oía los cuerpos caer a mi espalda. Crucé la línea de 22. Y de repente vi la línea de marca, blanca, alcanzable. Salté y ensayé. La hierba estaba fresca, la tierra húmeda. Oí el silbato del arbitro y el grito de mi equipo. Lo había hecho.
Hace mucho que dejé el rugby activo.
ME HA QUEDADO EL IMPULSO DE TIRARME A LAS PIERNAS DE LA GENTE Y UNA AVIDEZ IRRACIONAL POR LAS FORMAS OVALADAS. EL CORAJE..... BIEN, SER CAPAZ DE QUE TE ROMPAN LA BOCA Y TRASPASAR UNA LINEA EN EL SUELO QUIZÁ NO PRUEBE NADA- PERO ME DIGO, YO ESTUVE ALLÍ Y LO HICE. Y CUANDO LLEGA EL TIEMPO DEL CINCO NACIONES Y EL VIENTO TRAE YA UN ATISBO DE PRIMAVERA VUELVO A SENTIR LA LLAMADA DE LA FUXARDA Y DE LA GLORIA: "¡OH QUE SALVAJE FUE LA CARGA QUE HICIERON"
" Chico no sé dónde ponerme" ( El Negro, entrenador del CN Barcelona).
TENNEYSON EN LA FUXARDA
Cada año por estas fechas, tiempo del Cinco Naciones, me acerco al estadio de rugby de La Fuxarda a ejecutar la ceremonia. Me coloco sobre la línea de marca más alejada, con mi vieja camiseta con el numero 14 en una mano y una antología de Tenneyson en la otra; miro hacia lo alto, hacia el extremo de los palos de meta, y leo los versos de La carga de la brigada ligera: " Media legua, media legua, media legua adelante ¡. En el Valle de la Muerte, cabalgan los seiscientos (....). O, the wild charge they made". Luego cojo un poco de tierra y hierba y aspiro el olor de la gloria. Procuro que no me vea nadie.
El rugby, gran deporte. Barry John, Lescarboura, la Santboiana, yo mismo. Siempre que me preguntan por qué fui jugador de rugby contesto que por miedo. Tenía miedo de ser un cobarde. Era como Harry Feversham en Las Cuatro Plumas, necesitaba probar que pasta estaba hecho. Me apunté a la sección de rugby del club Natación Barcelona porque me pillaba más cerca de Jartum.
Los compañeros eran gente estupenda. Muy grandes y fuertes, poseían músculos donde yo ignoraba que existiesen. Nos entrenábamos en el viejo estadio de Montjuich y allí dábamos vueltas al trote. Componíamos una horda abigarrada envuelta en efluvios de sudor de la que brotaba una melopeya de jadeos, toses y escupitajos, punteada por sonoras ventosidades. Todo era viril y rudo, con bromas cariñosas estilo " anoche me folle a tu hermana ". Me hacía pensar en Homero y Carlyle.
Me dieron el puesto de tres cuartos ala porque corría mucho. La verdad es que yo corría para huir y es cierto que resultaba difícil pescarme. Cogía el balón, ponía la mente en blanco y me iba directo al infinito. Resultó que esa era, exactamente, la misión del tres cuartos ala. Sobre todo si se corría en la dirección adecuada.
Empecé a jugar partidos. Un partido de rugby no se parece a nada. A nada deportivo. Es como una guerra tribal En el vestuario no hay efusiones alegres. Se reparten las camisetas a los que van a jugar como si se distribuyesen armas ante un ataque mohawk. Flota en el aire un aroma a linimento Sloane y Reflex. No hay otro perfume más embriagador - aun hoy, a veces, me unto yo en casa para recordar- Al salir al campo, las botas de tacos altos metálicas resuenan como grebas de bronce de una tropa de hoplitas. Miras al rival evaluando sus fuerzas y procurando amedrentar con tu aspecto, ¡uh¡. Los del BUC ejecutaban un remedo de danza guerrera de los All Blacks. El instante antes de que empiece el partido es inenarrable. Ahí delante hay 15 tipos que van a por ti sin misericordia. Y están cachas.
Viví muchas experiencias impagables en los campos de rugby ( y en los bares del Tercer Tiempo). En Montjuich estuve a punto de morir ahogado: llovía a mares; cometí el error de involucrarme en la melé, caí y se desplomaron sobre mí. Con la cara hundida en el barro pasé un minuto interminable hasta que me sacaron de la pila de cuerpos, boqueando. Me dijeron que no parecía humano. En un partido de exhibición - de ellos- contra un equipo de los Pumas argentinos un pillier de 2 metros y 100 Kg se escapó. Solo yo me interponía entre él y el ensayo. El suelo parecía temblar. Eran mis piernas. Oí a Conrad: " El hombre nació cobarde. Es una dificultad ". Pensé en apartarme. Siempre quedará Pausan. Pero no me aparté, no señor. El choque fue terrible. El Puma me partió una muela con la rodilla, pero cayó como un telamón con estrépito sobre el áspero polvo.
Y iba de heroicidad en heroicidad, de castaña en castaña. Y llega el Día. Fue en la Fuxarda, el Twickenham local. Contra el Cornellá. Yo había hecho un par de placajes. Vi que el Gatito, nuestro medio melé se escapaba y me fui detrás de él. En el momento en que le placaban grité y con un hermoso giro mientras caía me pasó el balón. Lo atrapé alargando las manos y lo apreté contra mi regazo notando el tacto del cuero, las costuras, el aroma. Corrí como nunca he corrido, oía los cuerpos caer a mi espalda. Crucé la línea de 22. Y de repente vi la línea de marca, blanca, alcanzable. Salté y ensayé. La hierba estaba fresca, la tierra húmeda. Oí el silbato del arbitro y el grito de mi equipo. Lo había hecho.
Hace mucho que dejé el rugby activo.
ME HA QUEDADO EL IMPULSO DE TIRARME A LAS PIERNAS DE LA GENTE Y UNA AVIDEZ IRRACIONAL POR LAS FORMAS OVALADAS. EL CORAJE..... BIEN, SER CAPAZ DE QUE TE ROMPAN LA BOCA Y TRASPASAR UNA LINEA EN EL SUELO QUIZÁ NO PRUEBE NADA- PERO ME DIGO, YO ESTUVE ALLÍ Y LO HICE. Y CUANDO LLEGA EL TIEMPO DEL CINCO NACIONES Y EL VIENTO TRAE YA UN ATISBO DE PRIMAVERA VUELVO A SENTIR LA LLAMADA DE LA FUXARDA Y DE LA GLORIA: "¡OH QUE SALVAJE FUE LA CARGA QUE HICIERON"
" Chico no sé dónde ponerme" ( El Negro, entrenador del CN Barcelona).