Por José María Posse
Nº 36 de Revista Yerba Buena
Resulta conveniente definir qué es un árbitro de rugby. Al decir de Cacho Valdez: “Es un hombre-deportista que está sólo, dentro de una campo de rugby. No es juez, no es árbitro, ningún magistrado en el sentido exacto de los significados de tales vocablos, por más que sus pitidos indiquen sanciones a faltas leves o graves”. “Es común decir que el árbitro de rugby es el jugador Nº 31. Personaje imprescindible para que los dueños del juego -los jugadores- se diviertan mientras él procura ser guía en el desarrollo de un partido de rugby”.
Al ser este deporte un juego en el que existe mucho contacto, su labor resulta esencial, además, para evitar desmadres de conducta. Por tanto debe estar presto a sancionar celosamente cualquier conato de juego desleal. Asimismo debe mantenerse atento a mil instancias del partido, lo que resulta una tarea harto difícil. Pero es el rugby un deporte de caballeros, donde se pactan normas, las que deben ser aceptadas por quienes pretenden jugar éste centenario deporte.
Una de las principales es EL ÁRBITRO SIEMPRE (PERO SIEMPRE) TIENE LA RAZÓN. Sus decisiones NO SE DISCUTEN y mucho menos se toleran insultos o reproches a la conducción del árbitro durante el transcurso del partido.
Al popularizarse el rugby, mucha gente ajena a estas normativas primarias ha hecho irrupción en las canchas, donde muchas veces hemos tenido que escuchar improperios, amenazas y hasta ver agresiones por parte de inadaptados contra árbitros que no hacían más que permitir el normal desarrollo de un partido.
Generalmente los desubicados son personas ignorantes de las reglas de juego y de las normas de convivencia que se pactan al ingresar al deporte de la ovalada. Pero lastimosamente estamos viendo el fenómeno de que a veces, los que gritan son entrenadores, padres, público y hasta ex jugadores que parecen olvidar el lugar que le hemos dado al árbitro de rugby.
Asimismo, el árbitro no recibe a menudo la contención, el respeto y consideraciones que todos los que disfrutamos este deporte les debemos. Parece que olvidamos que sin su concurso, no podríamos practicar esta noble disciplina.
Tampoco vemos que es una persona como cualquier otra, que pretende divertirse y pasar un rato agradable. No cobra por dirigir, le quita tiempo a su familia, ocupa su tiempo libre en beneficio de dos equipos que ni siquiera pertenecen a su club y encima debe soportar más de una vez sinsabores e insultos. Puede fallar en alguna apreciación ya que es humano, pero no tenemos porque suponer que existe parcialidad en ello.
Si la Unión de Rugby de Tucumán, le ha encomendado a un señor bienintencionado, debidamente preparado y entrenado a ejercer la función de árbitro, todos debemos respetar y hacer respetar dicha investidura, gracias a la cual existe nuestro deporte.