"El discreto encanto de la burguesía portuguesa"
Publicado: Mar, 31 Ene 2017, 12:35
La FPR ha subido un artículo de la revista gala Tampon! (a lo Panenka, acaba de salir) que un forero luso ha compartido en T2 Rugby. Interesante ver cómo plantean el problema de los luso-franceses, cómo desaprovecharon el Mundial 2007, etc.
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El discreto encanto de la burguesía portuguesa
En Portugal el rugby fue considerado durante mucho tiempo un deporte para gente bien. Y entonces Os Lobos se colaron en el Mundial 2007. Estos amateurs orgullosos cantaron y lloraron su himno, y marcaron un ensayo frente a los All Blacks logrando así ganarse la simpatía de todo un país de fútbol. Pero desde entonces el suflé se ha desinflado y el amateurismo ha demostrado sus límites. Por ello, para no sumirse en la indiferencia, el rugby lusitano ha decidido abrirse socialmente y hacer una llamada a todos los nietos de emigrantes que juegan en Francia.
El lugar jamás es mencionado en las guías sobre Lisboa. Sin embargo no deja de emanar un cierto encanto con sus colinas arboladas, su saneado paseo o su río artificial para practicar piragüismo. Demasiado al oeste de la ciudad como para atraer a los turistas, el parque Jamor debe su nombre al antigo estadio nacional de fútbol, un encantador anacronismo lejos de las normas UEFA con sus tribunas abiertas al cielo donde Eusebio, Futre o Figo jugaron hasta 2003. Desde entonces la Selecçao viaja por todo el país entre los distintos estadios remozados con motivo de la Eurocopa 2004. Más sedentario, el rugby portugués encontró allí su lugar de acomodo. Si el estadio principal sirve tan sólo para los partidos de Os Lobos, más abajo dos campos albergan cada fin de semana partidos de las distintas selecciones de jóvenes. Este sábado, a última hora de la tarde, los juniors reciben a sus homólogos irlandeses. Es la ocasión ideal para una reunión familiar en la que el gusto de sus miembros por los chaquetones Barbour y la ropa de Ralph Lauren da algunos indicios sociológicos sobre nuestra asistencia ante el discreto encanto de la burguesía local. Sobre la hierba los locales salen perdiendo en cuanto a kilos y centímetros frente a sus adversarios. No es grave, sigue habiendo malicia, iniciativa, velocidad, un nueve pillo, un centro que sabe manejar el melón y alas del tipo Bernat-Salles para dar quebraderos de cabeza a los celtas.
Aunque la segunda mitad es demasiado como para contener la potencia de unos irlandeses más proteínicos, esta juventud parece portadora de gratas promesas. Sin embargo, no ciega a Luis Cassiano Neves, el joven presidente de la Federación Portuguesa de Rugby, de 38 años y con falsos aires de Sergio Parisse aún no vencido por la alopecia. “Con 18 años nuestros chavales tienen talento, sienten el rugby, pero no logramos darles las condiciones para que se dediquen a su deporte. Y la diferencia se acrecienta de forma irremediable con respecto a un país como Irlanda, por ejemplo”. Es vertiginoso hoy en día. Aún peor, Portugal sufrió una derrota el año pasado contra Alemania encajando 50 puntos, “mientras que al mismo tiempo nuestros Sub 20 ganaron a los germanos por más de 40”, constata Miguel Portela, legendario tres-cuartos centro internacional en los años 2000. Descendido el año pasado al grupo C del rugby europeo, Portugal ya no se bate el cobre con Georgia, Rumanía o España y frecuenta por lo tanto naciones como Bélgica, Suiza, Ucrania o Moldavia, donde el amor por el melón no salta a los ojos. Queda muy lejos aquella época en la que Os Lobos aportaron un viento fresco a la Copa del Mundo en Francia. Ocurrió hace apenas una década.
Vasco Uva no tiene más que 34 años pero pertenece ya un poco a la historia del rugby de su país. Capitán durante el Mundial 2007, el tercera línea se recupera de una fea lesión en la rodilla al mismo tiempo que trabaja en el mundo de las finanzas tras una primera carrera dentro de la abogacía. Esta noche arbitra un partido de entrenamiento entre su equipo, Direito, vigentes campeones nacionales, y los Sub 20. Instalado en el corazón del parque de Monsanto, el club encarna una cierta idea del rugby portugués con esos padres que dejan al niño con su Audi y su club de campo plagado de madera donde se asiste a los partidos los domingos. El tipo de sitio donde no te extrañará ver a dos Sub 20 revisar sus clases de álgebra antes del entrenamiento vespertino.
En 2007 Vasco estudiaba derecho y guió a un equipo donde los tres cuartos eran frecuentemente abogados, el medio de melé veterinario y había unos cuantos ingenieros. Desde su llegada a Francia esta banda de amateurs de cuello blanco atrajo rápidamente la simpatía de los nostálgicos de un rugby aún no convertido en profesionalismo mercantil. Y también recibieron todo el apoyo de los portugueses de Francia. “Para el primer partido en Saint-Étienne contra Escocia había 20.000 portugueses en las tribunas”, rememora Uva. “Por primera vez se vio a todo un país tras su equipo de rugby y esa emoción se sintió durante el himno”. Hay amor, pasión, decibelios y lágrimas cuando quince tipos entonan A Portuguesa. En ese momento le llegan a Vasco todos los sacrificios hechos “a costa de nuestras familias, de nuestros curros”, esos entrenamientos los miércoles a las ocho de la mañana antes de afrontar la jornada laboral, esos compañeros de Oporto “que se levntaban a veces a las tres de la mañana para venir a Lisboa”. No se ha olvidado tampoco de la clasificación histórica lograda en Montevideo frente a unos uruguayos que se quedaron con 14 en el primer minuto de juego, después de que Juan Carlos Bado le marcara los tacos en la espalda.
Aún se acuerda del nombre del árbitro, “el señor Spreadbury, uno de los mejores del mundo, tiene que serlo para haber tomado una decisión así”. “Sin duda el tipo le echó pelotas”, corrobora André da Silva. Junto al segunda línea David Penalva, el antiguo pilier de Bourgoin es uno de los dos francoportugueses de la aventura. Sin noticias de la federación durante dos años, le llamaron en el último momento para esa repesca con pinta de emboscada. “Los uruguayos nos hicieron de todo. Nuestro vestuario permaneció cerrado hasta quince minutos antes del inicio, pusieron su himno antes que el del equipo visitante, en contra del protocolo. Y durante A Portuguesa el público cantaba una canción de juerga”. La clasificación, logrado por tan sólo un punto, se celebró en una discoteca de Montevideo donde un grupo de aficionados se tropezó con unos Lobos que no acostumbran a poner la otra mejilla. Seis jugadores acabaron en el calabozo “y hubo que despertar al embajador en plena noche para evitar un incidente diplomático”, se ríe Da Silva.
Y llega el 15 de septiembre de 2007. En Gerland asistimos a un choque entre dos mundos, entre unos neozelandeses cuyo paso por Francia parece una gigantesca tournée promocional de Adidas, y los últimos amateurs del rugby. Algunos como Miguel Portela rechazaron incluso la indemnización diario ofrecida por la federación. “No quiero cobrar dinero alguno por jugar a este juego”, justifica este abogado. Aún con un equipo de circunstancias los All Blacks “respetan” a sus adversarios (108-13). El pilier Rui Cordeiro, veterinario de Coimbra, inscribe el ensayo de honor. Tras el partido los portugueses se toman una revancha jugando al fútbol con los sustitutos. “Ganamos 2-1”, concreta el ala Gonçalo Foro. “Frente a nosotros estaban Carter, McCaw, McAlister. El mejor fue Kelleher. Nos hacía reír, había estado de vacaciones en Brasil y nos hablaba con las pocas palabras que conocía como “Obrigado amigo””. Al mismo tiempo los titulares aparecen por el vestuario de los vencidos. La anécdota, obligadamente bella, obligadamente de rugby, relata la fraternidad entre grandes y pequeños ayudados por cajas de cerveza. “Le regalamos a todos los All Blacks un CD de fados y una caja con productos típicos portugueses”, nos sitúa Vasco Uva, que discutió directamente con Conrad Smith, el centro y abogado neozelandés. Pero sólo duró unos minutos. “¿Queréis saber la verdad de aquel tercer tiempo?”, nos pregunta André da Silva. “Los All Blacks estuvieron un rato y bebieron Isostar. Nos dijeron que tenían que recuperarse. Ya, ya. Al día siguiente los vimos por toda Francia, unos en Córcega, otros en Disneyland”. ¿Por qué transformar aquel tercer tiempo en fábula entonces? “Nos metieron más de 100 puntos, lo último que queríamos es que el rugby portugués perdiera su identidad”, avanza el antiguo pilier.
Pese a las cuatro derrotas en cuatro partidos Vasco Uva y sus compañeros regresaron como campeones a un país que se contagió de pasión por su deporte. Un curioso hobby cuya popularidad no pasaba de los barrios bien de Lisboa y unos cuantos enclaves aislados, especialmente en las ciudades de tradición taurina donde los forcados encargados de parar al toro son habitualmente también los jugadores de rugby de esas zonas. De la sombra a la luz de los focos en un mes, Os Lobos son incluso invitados a cantar el himno nacional en una de las principales cadenas de TV del país. En las siguientes semanas una oleada de chavales desembarca en los clubes. “El interés de los medios pilló por sorpresa a todo el mundo”, observa Nuno Mourao, apertura internacional en los años noventa. “Desgraciadamente los clubes no tenían ni las estructuras ni los entrenadores suficientes para responder a esa demanda. El rugby es un deporte complicado, no se puede como con el fútbol, poner un balón y decir a los niños que jueguen”. Con los héroes de 2007 retirados y un agujero generacional, Portugal sufre un bache tremendo. Y pensar que en mitad de los 2000 superaba a Georgia, ahora bien instalada como potencia emergente del rugby. Una época ya olvidada. En 2014 los Lelos están en Lisboa. Uno de sus delanteros de abre la cabeza durante un entrenamiento en la vispera del partido y pasa por urgencias. Allí ve al médico acercarse y reconoce a Joao Castro Pereira que es... el capitán de Portugal. Sorprendido el georgiano pregunta qué demonios hace allí: “Estoy de guardia esta tarde”, responde el interesado. “Me voy a ocupar de ti y coserte”. Al día siguiente el equipo del paciente aplasta al del médico 34-9. Estos días ya no están hechos para los románticos.
“Dejemos de soñar, no podremos volver a disputar un Mundial sólo con veterinarios, abogados y estudiantes”, advierte Luis Casiano Neves en un francés bien escogido. Hoy en día la sociología de sus practicantes condena al rugby portugués a un rol periférico. “El perfil típico del jugador aquí es un chico de 16 a 22 años procedente de una familia bien de Lisboa. Es exitoso entre las chicas porque las chicas adoran a los jugadores de rugby. Pero luego encuentra un buen trabajo y el deporte pasa a un segundo plano”, detalla un periodista especializado. En breve, el portugués no tiene suficiente hambre. “Un georgiano, le das la posibilidad de ganar 1.500 euros por jugar en Tarbes o Vannes y viene caminando”, asegura Neves. “Tengo el ejemplo de un centro de 18 años. Es fuerte, técnico, rápido. Jamás hemos visto un tal potencial aquí. Este chico ha recibido propuestas de dos clubes de Top 14 para ingresar en sus centros de formación. Todos los años dice que quiere ir pero termina quedándose en Lisboa. Tiene una vida hecha aquí: su familia es rica, juega al golf...”. José Lima por el contrario no se lo pensó dos veces e hizo las maletas. Hijo de un profesor universitario y de una maestra, el actual tres-cuartos centro de Oyonnax viene también de un ambiente más bien acomodado. “Pero desde pequeño soñaba con hacer del rugby mi profesión y para eso hay que irse a Francia. No fue evidente para mis padres aceptarlo. Tras mi Selectividad, fui unos cuantos meses a la universidad, pero cuando recibí la propuesta de Narbona para entrar en su centro de formación no dudé”. Pero los José Lima son raros. Hay que “agrandar la base social” rápidamente según el presidente de la federación. “Estamos empezando a cambiar la imagen de deporte de derechas y élite a través de los programas que llevamos a cabo en los colegios, especialmente en barrios populares para posteriormente crear pasarelas hacia los clubes. Casi 45.000 niños han tomado contacto con el rugby. Si un 10% siguen ese trayecto será ya un éxito enorme. Tenemos 6.000 licencias, queremos 15.000 para 2019, al final de nuestro mandato”. Se trata de nuevos jugadores salidos de barrios populares y por lo tanto más propensos a aceptar emigrar. “En CDUL entrené a dos jugadores de la periferia”, sigue Neves, “están deseándolo, recibir una propuesta para marcharse a Francia. Si les ofreces un contrato en Fédérale pillan el primer billete de avión”. A la espera, la élite del campeonato nacional sigue concentrada en los equipos lisboetas (seis de diez) cuyos nombres reenvían a una tradición muy universitaria: Direito (derecho), Técnico (ingenieros), CDUL (deporte), Agronomia... “El nivel ha bajado un montón desde hace cinco años”, llora Lima. “En la tres cuartos aún aguantamos el tirón, pero es imposible plantar cara en delantera con jugadores locales”.
Por ellos Os Lobos miran hacia Francia y su vivero de nietos de emigrantes. El más célebre de esos descendientes de lusos se llama Julien Brady, el “Chabal clermontois”. Cuando llamó él mismo a la puerta de la selección en 2008 nadie conocía al flanker, entonces espoir del ASM. “Es cierto que lo pudimos dejar escapar”, admite Rafael Lucas Pereira sentado en un restaurante de Lisboa. “Su segunda apellido es De Sousa, es el de su madre. Pero no aparecía en ninguna web de las que almacenan a todos los jugadores en Francia”. Presidente de la sección de rugby del Sporting y francófilo, Rafael se puso como misión listar a los Carvalho, Pereira, Silva y otros apellidos que evidencian orígenes lusos. “En 2004 descubrí una web llamada Itsrugby, con fichas de todos los jugadores hasta Fédérale 2. Era mucho más fácil encontrar a un tío de origen portugués ahí que estrujando el Midi Olympique”. Estos últimos años Os Lobos se abren cada vez más a los portugueses de Francia: Maxime Vaz (Clermont), Mike Tadjer Barbosa (Agen), Aurélien Béco (Colomiers), Samuel Marques (Toulouse) o Geoffrey Moïse (Pau). No hay duda de que para Rafael el futuro pasa por ellos y otros a los que aún busca convencer.
“Antes teníamos esa cultura cerrada, no queríamos saber de ellos. Hoy hemos entendido que no podíamos luchar a nivel internacional sin estos tíos”. Sobre todo si Portugal quiere volver a participar en un Mundial en 2019 o 2023, el objetivo marcado por la federación. “Sin los franco-portugueses no tienen ninguna opción”, advierte André da Silva, que guarda aún algún rencor a la federación. “Tras 2007 no me volvieron a llamar. Sólo nos usaron para clasificarse. Un tío como David Penalva no recibió el reconocimiento que se merece. Deberían haberle puesto un monumento en Lisboa”. Palabra de jugador ahora convertido en... escultor. La relación entre el rugby portugués y sus hijos del exterior jamás fue fácil. Por orgullo y por un cierto ideal amateur, los primeros siempre creyeron poder pasar de los segundos. Hoy han comprendido que no. “Debemos apoyarnos en esos jugadores que juegan en Francia”, reconoce el nuevo seleccionador Martim Aguiar. Pero no es fácil. En el último partido, en Suiza el pasado mes de noviembre, no pudo contar con ningún francés. Aunque el reglamento internacional obliga a los clubes a liberar a sus internacionales, en la práctica es mucho más complicado.
Por eso Samuel Marques abrió un paréntesis en su carrera internacional hasta nueva orden, privando así a Os Lobos de uno de los mejores pateadores del Top 14. “El año pasado sólo Tadjer vino”, constata Luis Cassiano Neves. “No es fácil para estos jugadores liberarse, sé que tienen una carrera profesional que mantener. Pero la puerta está más abierta que nunca, no voy a volver a cometer la tontería de decir que si un jugador de Pro D2 no puede venir hoy lo vamos a tachar de la lista para siempre”. José Lima se ocupa de mantener intermediarios y traductores para sus compañeros no siempre duchos en la lengua de Pessoa. “Pero siempre logramos entendernos. Lo más complicado es adaptarse a la realidad del rugby amateur. Entrenamos por ejemplo a las 20:00 porque la mayoría de los jugadores trabajan durante la jornada. No estás acostumbrado a eso cuando eres profesional”. Una misma camiseta pero dos vidas muy diferentes. Cuando pasó una temporada en Montpellier en 2008 Vasco Uva probó el profesionalismo junto a unos jóvenes François Trinh-Duc y Fulgence Ouedraogo. “Adoré aquella experiencia, pero no podía pensar en rugby las 24 horas del día, necesitaba llenar mis días. Cuando mis compañeros me veían con libros de clase me preguntaban que para qué seguía estudiando. Me ayudó a entender qué sienten esos jugadores profesionales. No tengo ni mucho menos la misma vida que ellos pero intento acercarme. Ellos también descubren las realidades de nuestro rugby, los valores que portamos”.
Unos valores no siempre compatibles con la realidad del rugby de hoy en día, en un país donde este deporte llegó – como en casi todos lados – en las maletas de los británicos a finales del siglo XIX. Pero el modelo y el hermano mayor latino al que siempre han mirado ha sido Francia. “En los años ochenta Francia era nuestra referencia”, asegura Luis Cassiano Neves. “Veíamos ese equipo como vemos a los All Blacks ahora”. Nuno Mourao evoca con nostalgia sus modelos, Franck Mesnel, Jean-Patrick Lescarboura y, sobre todo, Didier Camberabero. “En 1991, las dos patadas por encima de Inglaterra, en el ensayo del siglo, fue puro rugby champagne”. A finales de los ochenta Cascais se convirtió en la referencia local inspirándose en el juego de movimiento del Stade Toulousain defendido por la pareja Skrela-Villepreux. Allí el rugby tendrá siempre un pequeño acento francés, a imgen de Rafael Lucas Pereira, enganchado al Top 14 y que busca restablecer el contacto con esos grandes clubes. “Me gustaría crear una alianza con el Racing 92. Nadie lo sabe en Francés, pero el Sporting de Portugal jugaba con rayas verdiblancas verticales en sus inicios. Hasta que un dirigente del club vio un partido del Racing en los años treinta y aportó la idea de las rayas horizontales. Y así es como el rugby francés influyó hasta en el fútbol portugués. Nuestros países están ligados, es una historia común”. La nueva dirección de la federación lo ha comprendido y espera abrir en Clermont, donde vive una importante comunidad lusa, una casa de Os Lobos para servir de relevo y promoción del rugby portugués. Para mostrar la importancia del vínculo entre estos dos países Luis Casiano Neves prevé incluso celebrar de aquí a 2018 “un partido oficial de la selección de Portugal en Francia puede que contra Georgia, Rumanía o Alemania”. Será la ocasión perfecta para ponernos nuestro polo Ralph Lauren más bonito.
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Objetivo Tokio 2020 para las chicas
En Río, el pasado verano, Portugal se ausentó de la entrada del rugby a 7 en los JJOO. Sin embargo hace no tantos años los lusos aún batían regularmente a Francia (sus verdugos en la clasificación). “Pero cuando Francia empezó a poner medios supimos que no podríamos plantar cara”, constata Luis Cassiano Neves. Para los Juegos de 2020 el presidente de la federación guarda ciertas esperanzas de ver a sus mujeres lograr el billete para Tokio. Apertura del Sporting y capitana de la selección, Isabel Osorio también lo cree. “Hemos logrado llegar hasta el torneo de clasificación para Río, lo cual ya fue un logro para nosotros. Ahora tenemos otros cuatro años para trabajar y dotarnos de los medios para llegar. No existe un auténtico campeonato de XV en Portugal, así que lo apostamos todo al 7”. Y como Os Lobos de 2008, la chicas del 7 están dispuestas a ciertos sacrificios para alcanzar su sueño. “Incluso dejé de lado mi trabajo para el clasificatorio de Rio. Ahora tenemos jugadores que hacen hasta dos horas de trayecto diario para entrenar por la tarde”, explica la joven jugadora, que admite soñar con “irme un día a jugar a Nueva Zelanda, país del rugby”.
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El discreto encanto de la burguesía portuguesa
En Portugal el rugby fue considerado durante mucho tiempo un deporte para gente bien. Y entonces Os Lobos se colaron en el Mundial 2007. Estos amateurs orgullosos cantaron y lloraron su himno, y marcaron un ensayo frente a los All Blacks logrando así ganarse la simpatía de todo un país de fútbol. Pero desde entonces el suflé se ha desinflado y el amateurismo ha demostrado sus límites. Por ello, para no sumirse en la indiferencia, el rugby lusitano ha decidido abrirse socialmente y hacer una llamada a todos los nietos de emigrantes que juegan en Francia.
El lugar jamás es mencionado en las guías sobre Lisboa. Sin embargo no deja de emanar un cierto encanto con sus colinas arboladas, su saneado paseo o su río artificial para practicar piragüismo. Demasiado al oeste de la ciudad como para atraer a los turistas, el parque Jamor debe su nombre al antigo estadio nacional de fútbol, un encantador anacronismo lejos de las normas UEFA con sus tribunas abiertas al cielo donde Eusebio, Futre o Figo jugaron hasta 2003. Desde entonces la Selecçao viaja por todo el país entre los distintos estadios remozados con motivo de la Eurocopa 2004. Más sedentario, el rugby portugués encontró allí su lugar de acomodo. Si el estadio principal sirve tan sólo para los partidos de Os Lobos, más abajo dos campos albergan cada fin de semana partidos de las distintas selecciones de jóvenes. Este sábado, a última hora de la tarde, los juniors reciben a sus homólogos irlandeses. Es la ocasión ideal para una reunión familiar en la que el gusto de sus miembros por los chaquetones Barbour y la ropa de Ralph Lauren da algunos indicios sociológicos sobre nuestra asistencia ante el discreto encanto de la burguesía local. Sobre la hierba los locales salen perdiendo en cuanto a kilos y centímetros frente a sus adversarios. No es grave, sigue habiendo malicia, iniciativa, velocidad, un nueve pillo, un centro que sabe manejar el melón y alas del tipo Bernat-Salles para dar quebraderos de cabeza a los celtas.
Aunque la segunda mitad es demasiado como para contener la potencia de unos irlandeses más proteínicos, esta juventud parece portadora de gratas promesas. Sin embargo, no ciega a Luis Cassiano Neves, el joven presidente de la Federación Portuguesa de Rugby, de 38 años y con falsos aires de Sergio Parisse aún no vencido por la alopecia. “Con 18 años nuestros chavales tienen talento, sienten el rugby, pero no logramos darles las condiciones para que se dediquen a su deporte. Y la diferencia se acrecienta de forma irremediable con respecto a un país como Irlanda, por ejemplo”. Es vertiginoso hoy en día. Aún peor, Portugal sufrió una derrota el año pasado contra Alemania encajando 50 puntos, “mientras que al mismo tiempo nuestros Sub 20 ganaron a los germanos por más de 40”, constata Miguel Portela, legendario tres-cuartos centro internacional en los años 2000. Descendido el año pasado al grupo C del rugby europeo, Portugal ya no se bate el cobre con Georgia, Rumanía o España y frecuenta por lo tanto naciones como Bélgica, Suiza, Ucrania o Moldavia, donde el amor por el melón no salta a los ojos. Queda muy lejos aquella época en la que Os Lobos aportaron un viento fresco a la Copa del Mundo en Francia. Ocurrió hace apenas una década.
Vasco Uva no tiene más que 34 años pero pertenece ya un poco a la historia del rugby de su país. Capitán durante el Mundial 2007, el tercera línea se recupera de una fea lesión en la rodilla al mismo tiempo que trabaja en el mundo de las finanzas tras una primera carrera dentro de la abogacía. Esta noche arbitra un partido de entrenamiento entre su equipo, Direito, vigentes campeones nacionales, y los Sub 20. Instalado en el corazón del parque de Monsanto, el club encarna una cierta idea del rugby portugués con esos padres que dejan al niño con su Audi y su club de campo plagado de madera donde se asiste a los partidos los domingos. El tipo de sitio donde no te extrañará ver a dos Sub 20 revisar sus clases de álgebra antes del entrenamiento vespertino.
En 2007 Vasco estudiaba derecho y guió a un equipo donde los tres cuartos eran frecuentemente abogados, el medio de melé veterinario y había unos cuantos ingenieros. Desde su llegada a Francia esta banda de amateurs de cuello blanco atrajo rápidamente la simpatía de los nostálgicos de un rugby aún no convertido en profesionalismo mercantil. Y también recibieron todo el apoyo de los portugueses de Francia. “Para el primer partido en Saint-Étienne contra Escocia había 20.000 portugueses en las tribunas”, rememora Uva. “Por primera vez se vio a todo un país tras su equipo de rugby y esa emoción se sintió durante el himno”. Hay amor, pasión, decibelios y lágrimas cuando quince tipos entonan A Portuguesa. En ese momento le llegan a Vasco todos los sacrificios hechos “a costa de nuestras familias, de nuestros curros”, esos entrenamientos los miércoles a las ocho de la mañana antes de afrontar la jornada laboral, esos compañeros de Oporto “que se levntaban a veces a las tres de la mañana para venir a Lisboa”. No se ha olvidado tampoco de la clasificación histórica lograda en Montevideo frente a unos uruguayos que se quedaron con 14 en el primer minuto de juego, después de que Juan Carlos Bado le marcara los tacos en la espalda.
Aún se acuerda del nombre del árbitro, “el señor Spreadbury, uno de los mejores del mundo, tiene que serlo para haber tomado una decisión así”. “Sin duda el tipo le echó pelotas”, corrobora André da Silva. Junto al segunda línea David Penalva, el antiguo pilier de Bourgoin es uno de los dos francoportugueses de la aventura. Sin noticias de la federación durante dos años, le llamaron en el último momento para esa repesca con pinta de emboscada. “Los uruguayos nos hicieron de todo. Nuestro vestuario permaneció cerrado hasta quince minutos antes del inicio, pusieron su himno antes que el del equipo visitante, en contra del protocolo. Y durante A Portuguesa el público cantaba una canción de juerga”. La clasificación, logrado por tan sólo un punto, se celebró en una discoteca de Montevideo donde un grupo de aficionados se tropezó con unos Lobos que no acostumbran a poner la otra mejilla. Seis jugadores acabaron en el calabozo “y hubo que despertar al embajador en plena noche para evitar un incidente diplomático”, se ríe Da Silva.
Y llega el 15 de septiembre de 2007. En Gerland asistimos a un choque entre dos mundos, entre unos neozelandeses cuyo paso por Francia parece una gigantesca tournée promocional de Adidas, y los últimos amateurs del rugby. Algunos como Miguel Portela rechazaron incluso la indemnización diario ofrecida por la federación. “No quiero cobrar dinero alguno por jugar a este juego”, justifica este abogado. Aún con un equipo de circunstancias los All Blacks “respetan” a sus adversarios (108-13). El pilier Rui Cordeiro, veterinario de Coimbra, inscribe el ensayo de honor. Tras el partido los portugueses se toman una revancha jugando al fútbol con los sustitutos. “Ganamos 2-1”, concreta el ala Gonçalo Foro. “Frente a nosotros estaban Carter, McCaw, McAlister. El mejor fue Kelleher. Nos hacía reír, había estado de vacaciones en Brasil y nos hablaba con las pocas palabras que conocía como “Obrigado amigo””. Al mismo tiempo los titulares aparecen por el vestuario de los vencidos. La anécdota, obligadamente bella, obligadamente de rugby, relata la fraternidad entre grandes y pequeños ayudados por cajas de cerveza. “Le regalamos a todos los All Blacks un CD de fados y una caja con productos típicos portugueses”, nos sitúa Vasco Uva, que discutió directamente con Conrad Smith, el centro y abogado neozelandés. Pero sólo duró unos minutos. “¿Queréis saber la verdad de aquel tercer tiempo?”, nos pregunta André da Silva. “Los All Blacks estuvieron un rato y bebieron Isostar. Nos dijeron que tenían que recuperarse. Ya, ya. Al día siguiente los vimos por toda Francia, unos en Córcega, otros en Disneyland”. ¿Por qué transformar aquel tercer tiempo en fábula entonces? “Nos metieron más de 100 puntos, lo último que queríamos es que el rugby portugués perdiera su identidad”, avanza el antiguo pilier.
Pese a las cuatro derrotas en cuatro partidos Vasco Uva y sus compañeros regresaron como campeones a un país que se contagió de pasión por su deporte. Un curioso hobby cuya popularidad no pasaba de los barrios bien de Lisboa y unos cuantos enclaves aislados, especialmente en las ciudades de tradición taurina donde los forcados encargados de parar al toro son habitualmente también los jugadores de rugby de esas zonas. De la sombra a la luz de los focos en un mes, Os Lobos son incluso invitados a cantar el himno nacional en una de las principales cadenas de TV del país. En las siguientes semanas una oleada de chavales desembarca en los clubes. “El interés de los medios pilló por sorpresa a todo el mundo”, observa Nuno Mourao, apertura internacional en los años noventa. “Desgraciadamente los clubes no tenían ni las estructuras ni los entrenadores suficientes para responder a esa demanda. El rugby es un deporte complicado, no se puede como con el fútbol, poner un balón y decir a los niños que jueguen”. Con los héroes de 2007 retirados y un agujero generacional, Portugal sufre un bache tremendo. Y pensar que en mitad de los 2000 superaba a Georgia, ahora bien instalada como potencia emergente del rugby. Una época ya olvidada. En 2014 los Lelos están en Lisboa. Uno de sus delanteros de abre la cabeza durante un entrenamiento en la vispera del partido y pasa por urgencias. Allí ve al médico acercarse y reconoce a Joao Castro Pereira que es... el capitán de Portugal. Sorprendido el georgiano pregunta qué demonios hace allí: “Estoy de guardia esta tarde”, responde el interesado. “Me voy a ocupar de ti y coserte”. Al día siguiente el equipo del paciente aplasta al del médico 34-9. Estos días ya no están hechos para los románticos.
“Dejemos de soñar, no podremos volver a disputar un Mundial sólo con veterinarios, abogados y estudiantes”, advierte Luis Casiano Neves en un francés bien escogido. Hoy en día la sociología de sus practicantes condena al rugby portugués a un rol periférico. “El perfil típico del jugador aquí es un chico de 16 a 22 años procedente de una familia bien de Lisboa. Es exitoso entre las chicas porque las chicas adoran a los jugadores de rugby. Pero luego encuentra un buen trabajo y el deporte pasa a un segundo plano”, detalla un periodista especializado. En breve, el portugués no tiene suficiente hambre. “Un georgiano, le das la posibilidad de ganar 1.500 euros por jugar en Tarbes o Vannes y viene caminando”, asegura Neves. “Tengo el ejemplo de un centro de 18 años. Es fuerte, técnico, rápido. Jamás hemos visto un tal potencial aquí. Este chico ha recibido propuestas de dos clubes de Top 14 para ingresar en sus centros de formación. Todos los años dice que quiere ir pero termina quedándose en Lisboa. Tiene una vida hecha aquí: su familia es rica, juega al golf...”. José Lima por el contrario no se lo pensó dos veces e hizo las maletas. Hijo de un profesor universitario y de una maestra, el actual tres-cuartos centro de Oyonnax viene también de un ambiente más bien acomodado. “Pero desde pequeño soñaba con hacer del rugby mi profesión y para eso hay que irse a Francia. No fue evidente para mis padres aceptarlo. Tras mi Selectividad, fui unos cuantos meses a la universidad, pero cuando recibí la propuesta de Narbona para entrar en su centro de formación no dudé”. Pero los José Lima son raros. Hay que “agrandar la base social” rápidamente según el presidente de la federación. “Estamos empezando a cambiar la imagen de deporte de derechas y élite a través de los programas que llevamos a cabo en los colegios, especialmente en barrios populares para posteriormente crear pasarelas hacia los clubes. Casi 45.000 niños han tomado contacto con el rugby. Si un 10% siguen ese trayecto será ya un éxito enorme. Tenemos 6.000 licencias, queremos 15.000 para 2019, al final de nuestro mandato”. Se trata de nuevos jugadores salidos de barrios populares y por lo tanto más propensos a aceptar emigrar. “En CDUL entrené a dos jugadores de la periferia”, sigue Neves, “están deseándolo, recibir una propuesta para marcharse a Francia. Si les ofreces un contrato en Fédérale pillan el primer billete de avión”. A la espera, la élite del campeonato nacional sigue concentrada en los equipos lisboetas (seis de diez) cuyos nombres reenvían a una tradición muy universitaria: Direito (derecho), Técnico (ingenieros), CDUL (deporte), Agronomia... “El nivel ha bajado un montón desde hace cinco años”, llora Lima. “En la tres cuartos aún aguantamos el tirón, pero es imposible plantar cara en delantera con jugadores locales”.
Por ellos Os Lobos miran hacia Francia y su vivero de nietos de emigrantes. El más célebre de esos descendientes de lusos se llama Julien Brady, el “Chabal clermontois”. Cuando llamó él mismo a la puerta de la selección en 2008 nadie conocía al flanker, entonces espoir del ASM. “Es cierto que lo pudimos dejar escapar”, admite Rafael Lucas Pereira sentado en un restaurante de Lisboa. “Su segunda apellido es De Sousa, es el de su madre. Pero no aparecía en ninguna web de las que almacenan a todos los jugadores en Francia”. Presidente de la sección de rugby del Sporting y francófilo, Rafael se puso como misión listar a los Carvalho, Pereira, Silva y otros apellidos que evidencian orígenes lusos. “En 2004 descubrí una web llamada Itsrugby, con fichas de todos los jugadores hasta Fédérale 2. Era mucho más fácil encontrar a un tío de origen portugués ahí que estrujando el Midi Olympique”. Estos últimos años Os Lobos se abren cada vez más a los portugueses de Francia: Maxime Vaz (Clermont), Mike Tadjer Barbosa (Agen), Aurélien Béco (Colomiers), Samuel Marques (Toulouse) o Geoffrey Moïse (Pau). No hay duda de que para Rafael el futuro pasa por ellos y otros a los que aún busca convencer.
“Antes teníamos esa cultura cerrada, no queríamos saber de ellos. Hoy hemos entendido que no podíamos luchar a nivel internacional sin estos tíos”. Sobre todo si Portugal quiere volver a participar en un Mundial en 2019 o 2023, el objetivo marcado por la federación. “Sin los franco-portugueses no tienen ninguna opción”, advierte André da Silva, que guarda aún algún rencor a la federación. “Tras 2007 no me volvieron a llamar. Sólo nos usaron para clasificarse. Un tío como David Penalva no recibió el reconocimiento que se merece. Deberían haberle puesto un monumento en Lisboa”. Palabra de jugador ahora convertido en... escultor. La relación entre el rugby portugués y sus hijos del exterior jamás fue fácil. Por orgullo y por un cierto ideal amateur, los primeros siempre creyeron poder pasar de los segundos. Hoy han comprendido que no. “Debemos apoyarnos en esos jugadores que juegan en Francia”, reconoce el nuevo seleccionador Martim Aguiar. Pero no es fácil. En el último partido, en Suiza el pasado mes de noviembre, no pudo contar con ningún francés. Aunque el reglamento internacional obliga a los clubes a liberar a sus internacionales, en la práctica es mucho más complicado.
Por eso Samuel Marques abrió un paréntesis en su carrera internacional hasta nueva orden, privando así a Os Lobos de uno de los mejores pateadores del Top 14. “El año pasado sólo Tadjer vino”, constata Luis Cassiano Neves. “No es fácil para estos jugadores liberarse, sé que tienen una carrera profesional que mantener. Pero la puerta está más abierta que nunca, no voy a volver a cometer la tontería de decir que si un jugador de Pro D2 no puede venir hoy lo vamos a tachar de la lista para siempre”. José Lima se ocupa de mantener intermediarios y traductores para sus compañeros no siempre duchos en la lengua de Pessoa. “Pero siempre logramos entendernos. Lo más complicado es adaptarse a la realidad del rugby amateur. Entrenamos por ejemplo a las 20:00 porque la mayoría de los jugadores trabajan durante la jornada. No estás acostumbrado a eso cuando eres profesional”. Una misma camiseta pero dos vidas muy diferentes. Cuando pasó una temporada en Montpellier en 2008 Vasco Uva probó el profesionalismo junto a unos jóvenes François Trinh-Duc y Fulgence Ouedraogo. “Adoré aquella experiencia, pero no podía pensar en rugby las 24 horas del día, necesitaba llenar mis días. Cuando mis compañeros me veían con libros de clase me preguntaban que para qué seguía estudiando. Me ayudó a entender qué sienten esos jugadores profesionales. No tengo ni mucho menos la misma vida que ellos pero intento acercarme. Ellos también descubren las realidades de nuestro rugby, los valores que portamos”.
Unos valores no siempre compatibles con la realidad del rugby de hoy en día, en un país donde este deporte llegó – como en casi todos lados – en las maletas de los británicos a finales del siglo XIX. Pero el modelo y el hermano mayor latino al que siempre han mirado ha sido Francia. “En los años ochenta Francia era nuestra referencia”, asegura Luis Cassiano Neves. “Veíamos ese equipo como vemos a los All Blacks ahora”. Nuno Mourao evoca con nostalgia sus modelos, Franck Mesnel, Jean-Patrick Lescarboura y, sobre todo, Didier Camberabero. “En 1991, las dos patadas por encima de Inglaterra, en el ensayo del siglo, fue puro rugby champagne”. A finales de los ochenta Cascais se convirtió en la referencia local inspirándose en el juego de movimiento del Stade Toulousain defendido por la pareja Skrela-Villepreux. Allí el rugby tendrá siempre un pequeño acento francés, a imgen de Rafael Lucas Pereira, enganchado al Top 14 y que busca restablecer el contacto con esos grandes clubes. “Me gustaría crear una alianza con el Racing 92. Nadie lo sabe en Francés, pero el Sporting de Portugal jugaba con rayas verdiblancas verticales en sus inicios. Hasta que un dirigente del club vio un partido del Racing en los años treinta y aportó la idea de las rayas horizontales. Y así es como el rugby francés influyó hasta en el fútbol portugués. Nuestros países están ligados, es una historia común”. La nueva dirección de la federación lo ha comprendido y espera abrir en Clermont, donde vive una importante comunidad lusa, una casa de Os Lobos para servir de relevo y promoción del rugby portugués. Para mostrar la importancia del vínculo entre estos dos países Luis Casiano Neves prevé incluso celebrar de aquí a 2018 “un partido oficial de la selección de Portugal en Francia puede que contra Georgia, Rumanía o Alemania”. Será la ocasión perfecta para ponernos nuestro polo Ralph Lauren más bonito.
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Objetivo Tokio 2020 para las chicas
En Río, el pasado verano, Portugal se ausentó de la entrada del rugby a 7 en los JJOO. Sin embargo hace no tantos años los lusos aún batían regularmente a Francia (sus verdugos en la clasificación). “Pero cuando Francia empezó a poner medios supimos que no podríamos plantar cara”, constata Luis Cassiano Neves. Para los Juegos de 2020 el presidente de la federación guarda ciertas esperanzas de ver a sus mujeres lograr el billete para Tokio. Apertura del Sporting y capitana de la selección, Isabel Osorio también lo cree. “Hemos logrado llegar hasta el torneo de clasificación para Río, lo cual ya fue un logro para nosotros. Ahora tenemos otros cuatro años para trabajar y dotarnos de los medios para llegar. No existe un auténtico campeonato de XV en Portugal, así que lo apostamos todo al 7”. Y como Os Lobos de 2008, la chicas del 7 están dispuestas a ciertos sacrificios para alcanzar su sueño. “Incluso dejé de lado mi trabajo para el clasificatorio de Rio. Ahora tenemos jugadores que hacen hasta dos horas de trayecto diario para entrenar por la tarde”, explica la joven jugadora, que admite soñar con “irme un día a jugar a Nueva Zelanda, país del rugby”.